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Crónica del Encuentro en Córdoba 24–26 oct 2025

Crónica del Encuentro en Córdoba 24–26 oct 2025

Crónica del Encuentro en Córdoba 24–26 oct 2025

3 nov 2025


Crónica del Encuentro de Córdoba. 24–26 de octubre de 2025

A veces uno llega a un encuentro sin saber muy bien qué espera, pero con el corazón abierto. Y entonces, Dios sorprende.

Así ha sido este fin de semana en Córdoba, dentro del Diploma de Especialización en Pastoral Familiar. Han sido tres días intensos llenos de contenido profundo, reflexión, oración, y también de mucha vida compartida.

El tema de este módulo, “La integración del amor y el don del Espíritu”, nos ha ayudado a mirar el amor conyugal desde una profundidad nueva. A comprender que el amor entre el hombre y la mujer no es solo sentimiento o deseo, sino una donación total, una entrega libre y recíproca que involucra a toda la persona. Que el acto conyugal, vivido así, es un verdadero lenguaje del amor, abierto a la vida y a la presencia de Dios.

Encontrar una formación tan sólida da luz. En un tiempo en el que tanto se confunden las ideas sobre el amor, la sexualidad o la entrega, poder recibir una enseñanza con base firme, fiel al Magisterio y llena de sentido, nos ayuda a ordenar el corazón y a redescubrir la belleza del plan de Dios. 


Como matrimonios, necesitamos este conocimiento real y bien fundamentado, que ilumina y ordena lo que a veces vivimos solo desde la emoción o la costumbre.

Entre los muchos aspectos tratados, me marcó especialmente la visión del acto conyugal como don recíproco y total, una entrega que involucra a toda la persona y abre a la posibilidad de engendrar vida. Comprender que el amor conyugal no es solo un gesto de afecto, sino una comunión que participa del propio amor creador de Dios da un nuevo sentido a la palabra “entrega”. Amar, decía el profesor, es aprender a donarse libre y vulnerablemente, confiando el propio ser en manos del otro, y reconociendo que toda fecundidad es un don que se recibe, no algo que se posee.

También me resonó con fuerza esa idea de que “la dificultad no es imposibilidad, sino llamada a la madurez en el amor”. Aprender a amar implica aprender a renunciar, a vivir la castidad dentro del matrimonio como expresión de respeto, espera y comunión. No siempre es fácil, pero precisamente ahí el Espíritu se hace presente, transformando lo que parecía límite en camino de crecimiento.

Más allá de las ponencias, lo más enriquecedor ha sido el encuentro entre matrimonios y familias. Las conversaciones entre clases, los testimonios compartidos, la manera en que cada familia vive la fe en su día a día… Todo ello crea un tejido de comunión real, donde uno descubre que, aun viniendo de lugares y realidades distintas, nos encontramos en Dios y en el deseo común de ponerlo en el centro de nuestras familias.

Incluso los monitores, con su cercanía y su trato con los niños, han sido ejemplo vivo de lo que significa servir con alegría y ternura. Cada momento, desde las oraciones hasta las comidas compartidas, ha sido una oportunidad para crecer como matrimonio y como Iglesia doméstica.


Regresamos a casa con el corazón agradecido, llenos de pensamientos, lecturas subrayadas y reflexiones pendientes… pero, sobre todo, con el deseo renovado de vivir nuestra vocación matrimonial como una auténtica donación de amor. Deseando ya el próximo encuentro, porque cada fin de semana como este no solo forma la mente, sino que ensancha el alma.

Carlos e Isabel