Del 24 al 26 de enero de 2025

Al llegar a la casa de Emaús, nos encontramos con una bandada de niños corriendo por el vestíbulo. Claramente amigos, ya, después de varios encuentros coincidiendo entre ellos. Al fondo, mientras tanto, los encargados de acogida con una sonrisa indicaban a un matrimonio cuál era su habitación y en qué iba a consistir el resto de la tarde del viernes. Maletas, cunas portátiles, carritos, biberones… El hall era una vorágine de cosas, movimiento y ruido. Y, sin embargo, de algún modo, se percibía que había una corriente de orden en el trasfondo, que hacía que las familias fluyesen cada una hacia su lugar, los recién llegados sustituyesen en el vestíbulo a los ya ubicados, y así, poco a poco y sin detenerse, iba avanzando la corriente hacia la misa de bienvenida de las ocho de la tarde…

Y así es como suele comenzar un fin de semana del Máster. Ahora bien, un fin de semana del Máster no es para cualquiera. Porque, para empezar, “cualquiera” pensaría que quien montó esto está loco. Y sólo un loco sigue a otro loco. Porque, quién en su sano juicio mete a un tropel de familias con niños pequeños (o no tan pequeños) en una casa, donde los padres se dedican a ir a clases de teología, filosofía, moral… (en las que no se entiende ni el título), dejan a sus niños llorando por la mañana con monitores que no conocen, y a parte no duermen porque tienen horas santas, tertulias y hay que levantarse a horas intempestivas… Una locura.

Entonces, si esto es una locura, ¿por qué lleva viva y latente todos estos años? Y, ¿por qué salen todos tan contentos el domingo por la tarde después de dos días allí encerrados? Probablemente no haya una respuesta fácil de articular, y sólo viviéndolo se puede llegar a entender. Como Gema y Lolo, que en este encuentro han completado su andadura por el Máster, y han querido compartir cuál ha sido su experiencia:

“Qué duda cabe que estamos contentos de haber terminado el máster que empezamos hace unos años. Aunque vamos a echar mucho de menos los famosos veranos en Málaga con tantas familias; reconocemos que estos años nos han hecho crecer mucho y no solo en número a nuestra familia…¡Empezamos el máster siendo 7 y ahora somos 9! ¡QUÉ BIEN NOS HA HECHO! Las clases con profesores tan buenos, el capitán del barco que tan sabiamente nos dirige, tantas familias buenas que hemos conocido y que hoy podemos decir que muchos son ya AMIGOS, el cariño de los monitores con nuestros hijos… Todo es para agradecer. Si dudas cuándo empezar este máster o terminarlo, ahora es el mejor momento porque nunca va a haber un momento perfecto… ¡no podemos esperar! ¡Hay que lanzarse! ¡Merece la pena! DEJA PASAR A DIOS EN TU VIDA”

Familia Elízaga Puente