Noticias Asociación
25 sept 2025
Peregrinación a Polonia agosto 2025
¡Gracias, querido Lolek!
Tras varias décadas de existencia, miembros de la Asociación Persona y Familia (APF) -todos hijos tuyos- peregrinamos a Polonia tras las huellas de tu legado. Descubrirlo suscitó un “asombro” que llenó nuestro corazón y pudimos compartir. Revelaciones y silencios que nos llevaban a buen puerto, a un “encuentro”. Todo empezaba a cobrar “sentido”.
Así que decidimos “ir a la fuente”, yendo “hacia arriba, contra la corriente”. Cada uno seguía tus palabras: “Empéñate, busca, no cedas”. Al sumergirnos en tus orígenes nos animabas a “mojar los labios en el agua de la fuente, sentir la frescura, la frescura vivificante”. Y eso hicimos.
Comenzamos visitando en Wadowice tu casa natal y el museo de toda tu vida. Desde tus principios nos mostraste una iglesia polaca muy devota, a la que veías como “extraordinariamente dinámica” (¡vaya, como nuestro grupo!). Con una devoción muy mariana (iglesia de la Presentación de Wadowice, Kalwaria Zebrzydowska, Czestochowa,,,). Lugares que fueron siempre un faro de fe y esperanza para ti. Consagraste a Polonia y al mundo a la Virgen María, haciéndolo lema de tu pontificado: Totus Tuus.
Esta devoción, tu vida y tus enseñanzas han ido cincelando nuestros corazones de piedra, como ya hiciste en la “cantera de piedra” vinculada a la fábrica química Solvay (donde ahora se sitúa el santuario de san Juan Pablo II).

Allí te conocían como el “muchacho piadoso”. Fue para ti “un verdadero seminario”. Oíamos tus palabras: “Escucha bien, escucha los golpes del martillo, la sacudida, el ritmo”. Un trabajo que, poco a poco, haría grandes obras como las que vimos luego en las Minas de Sal de Wieliczka. Nos hicimos obreros en “tu cantera” del aprender a amar.
Callejeamos por Cracovia y nos imaginábamos coetáneos tuyos en la época en la que recibiste la llamada y le diste respuesta. De algo de ello nos habló tu fiel amigo, el cardenal Dziwisz en los Franciscanos. Luego conocimos la capilla privada de los arzobispos de Cracovia, donde te ordenaron un día poco habitual (el 1 de noviembre de 1946). Cerrábamos los ojos y te veíamos allí “postrado”, como símbolo de tu “total sumisión ante la majestad de Dios” y a la vez de tu “total disponibilidad a la acción del Espíritu Santo”.
En la Catedral de Wawel entendimos por qué celebraste allí tu “primera misa”, en la cripta de san Leonardo. Todo parecía estar impregnado de un significado histórico y teológico, como el mismo pueblo polaco.
Tu etapa en la clandestinidad en Cracovia nos enseñó a perseverar, sobre todo en los momentos duros que hemos sufrido en nuestra tarea apostólica. También nosotros tuvimos que “aprender Roma”.
De tu mano hemos conocido la vida de muchos santos polacos, en especial la de santa Faustina Kowlaska (Divina Misericordia) y la san Maximiliano Kolbe (monasterio de Harmeze y el campo de concentración de Auschwitz).
Al “ir a la fuente” entendimos lo que supuso en tu vida estar sometido a dos sistemas totalitarios: el nazismo y el comunismo. Os sometieron y humillaron como nación, pero no pudieron vaciar vuestros corazones ni erradicar vuestra fe. De todo ello brota tu sensibilidad por la dignidad de la persona humana y el respeto de sus derechos, empezando por el derecho a la vida.
También brotó de ahí tu constante preocupación por las familias y los jóvenes. En tu vida recibiste mucho de las familias, y ahora somos las familias las que te estamos agradecidas. Desde la APF es nuestro deseo, como familia, que estés orgulloso de nosotros, como lo estuviste de la familia polaca, “fuerte en Dios”. Y orgulloso de nuestros jóvenes -muchos te han conocido por nuestro testimonio- y a los que siempre acompañarás, como hiciste en tus inicios en la parroquia de San Florián, para que aprendiendo a amar entiendan el itinerario que supone ser hijos para ser esposos y llegar a ser padres.
Siempre decías que los laicos te ayudaron a comprender mejor tu ministerio y a vivirlo en plenitud. Así, lo hemos vivido en cada una de nuestras actividades de la APF. Presencia-encuentro-comunión.
